jueves, 20 de agosto de 2009

Aventuras de Serenata 4/4 (Conclusión)

Un señor delgado como de 65 años nos abrió la puerta, tenía el semblante demacrado, un mostacho de Don Ramón y unas ojeras de enterrador, era todo un cliché, todo menos la torta de frijoles que se comía mientras esperaba que alguien hablase -Buenas noches don, venimos a ver si trajeron a un amigo nuestro, vera es que se nos perdió y andamos buscándolo en todas partes, ya fuimos a la Cruz Roja, Barandilla y pues ahora venimos a buscarlo aquí-. Tenía unos ojos de “y a mi que me importa”, le dio un trago al refresco, se limpio el bigote y aún con frijoles entre los bigotes nos dijo: ¿Señas particulares del difunto?; no pues normal, un metro setenta, complexión regular, cabello negro corto, bigote y es de nuestra edad. El encargado no dejaba la torta y con la comida en la boca me pregunta – ¿Va usted a identificarlo güerito? –, no tenia ganas de ir solo, así que Arturo me acompaño hasta la entrada del cuarto donde había algunos tendidos, el zumbido de la luz de neón era casi insoportable y el olor era aún peor, seguíamos en fila india al encargado quien no dejaba de dar mordidas a su torta. Al revisar la tarjeta en el pie de un difunto voltea y nos dice: tal vez sea este al que buscan. Así como si nada ya estábamos frente a un difunto que podría ser Chucho nuestro querido amigo, el señor lo destapó, al ver aquel hombre hinchado casi deshumanizado por la descomposición volteamos la vista como un reflejo; el encargado nos vió con cara de “pinches maricones”, –No es él, vámonos ya– dije apresuradamente, salimos inmediatamente entre las mesas de cadáveres mientras a nuestras espaldas el encargado se terminaba la torta; subí a la camioneta, saque las llaves y Arturo me dijo: –¡Ya me entro la duda de si era él!–, No me salgas con eso ahorita, le dije enojado. No era él, tenia el bigote muy tupido; te digo que si era él, nomas que ya estaba hinchado replicó Arturo, no quería aceptarlo, pero podría tener razón y nuestro amigo podría estar tendido en esa plancha, de pronto recordé que se estaba dejando las patillas, era un detalle insignificante pero importante en ese momento –¿Tenía patillas? –, dudo por un instante Arturo pero respondió bastante seguro: –No, tenia la patilla corta–; Eso es todo lo que yo necesitaba escuchar, no era él, lo que quería decir que aún podíamos encontrarlo vivo, encendí el motor del carro y nos dirigimos hacia la casa de Roberto.

Eran las cinco y media, entrabamos a clases a las 8 y aún no dábamos con nuestro compañero, al estacionarme escucho la voz de Marco que gritaba a mis espaldas: –Estamos aquí–, al voltear veo al resto de mis amigos desayunando en el puesto de enfrente, un menudo con tortillas hechas a mano y una salsita bien picosa era lo que necesitaba en ese momento; – ¿Lo encontraron? – pregunto Arturo mientras yo ordenaba uno grande con todo y unas quesadillas de flor de calabaza, por que a pesar de todo no existe nada que me quite el hambre. Marco con una sonrisa en el rostro nos dijo que ya lo habían encontrado, que estaba en su casa dormido desde las 3 de la mañana, que escapo corriendo y al doblar la esquina se paro un taxi que lo llevo hasta su casa, nos contó como habían ido a varios hospitales sin tener éxito en encontrarlo y que después de haber hecho ese recorrido decidieron darle la notica a su madre, para su sorpresa que cuando tocaron a la puerta de su casa les abrió el que andaban buscando y les conto un tanto adormilado lo que pasó después de nuestra huida. Tranquilo y con un hambre de los mil demonios conté nuestra aventura y la visita al SEMEFO; desayunamos tranquilamente, una vez que termine mi bien merecido desayuno me levanté para prender el coche y dirigirme a la escuela, antes de irnos le dije a la doña: lo de esta mesa se lo cobra al chavo de la esquina se que llama Romeo y hoy le toco invitarnos a todos.


Aventuras de Serenata 3/4

Salió Marco con cara de preocupación y nos dijo que no había ingresado nadie con su descripción, pero el interno de turno le dijo que tal vez se lo habían llevado a otro hospital, nos separamos en dos grupos, ellos buscarían en varios hospitales y nosotros iríamos a Barandilla, nos reuniríamos en unas horas en la casa de Roberto. Decir que nos trataron mal en la improvisada cárcel de paso sería decir poco y tuvimos que esperar una eternidad a que nos dieran los nombres de los inquilinos de ese establecimiento, el trato mejoró cuando Sor Juana hizo su aparición, busque en el libro el nombre de mi amigo, había nombres, apodos, hora de llegada y delito; repase dos veces la lista y el nombre de “Jesús” llamo mi atención –Este va a ser–, en el delito aparecía “vagancia” o eso creí leer ya que la letra del que escribía era peor que la mía, –¿Y los apellidos? –, huy joven, hay unos que vienen tan mal que no se acuerdan ni de su nombre. Entré por un pasillo acompañado del encargado en turno, el lugar tenía un fuerte olor a humano y sus secreciones, llegamos a una ventana que en lugar de cristal tenía una maya como el de un lote baldío, un policía traía amagado a un joven como de mi edad, delgado, andrajoso y bastante drogado. Era definitivo este no era mi desaparecido amigo.

Muy sonriente (si es que a eso se le puede llamar dentadura) apareció el sospechoso tocayo del desaparecido, contento tal vez por que pensó que venían a liberarlo, cuando lo tuve de frente le dije al custodio que ese no era, –Ora pinche vato, no me desconozcas carnalito. ¡Soy yo, tu cuñado pregúntale a tu hermana! – decía mientras se reía a carcajadas, tal vez por el mal chiste o por el efecto de lo fuera que hubiese inhalado, me sentí tentado a pensar en que era lo segundo. El custodio me dijo muy seriamente: fíjate bien güerito, no quiero que regresen al rato y me digan que dijo mi mamá que siempre si era. Como me exaspera que me digan güerito, pero no iba hacerle compañía al drogadicto este por mentarle su madre a un custodio; no este no es, estoy seguro, –¿Cómo que no pendejo?; ¡Sácame de aquí güerito o te parto tu madre!, ¡Suéltame cabrón, suéltame!–, y van dos con lo mismo. Salí bastante enojado por el mal rato que había pasado, ese lugar ya me tenía bastante estresado y tenía que seguir buscando al que habíamos perdido, el tiempo se nos estaba acabando. -¿Qué paso?; me preguntaba Arturo, - No esta aquí; ¿Ahora a donde vamos?; dije con frustración y coraje en mi voz, un silencio se hizo presente en ese mismo instante, me di cuenta en ese momento y la voz del copiloto dijo lo mismo que mis pensamientos: solo queda ir a al SEMEFO. Nunca había tenido que ir a buscar un amigo a la morgue y no voy a mentir al decirles que no me apresure en llegar a nuestro destino, pensaba en lo que tendría que decir a su familia, a la cara que su madre pondría, al llanto, a la culpa que me cargaría toda la vida, cuando me levanté la mañana anterior no me imaginaba que estaría ante esta situación, pero ahora tenia que afrontar la posibilidad de tener que enterrar a un querido amigo.

Nos conocimos en la secundaría y fuimos amigos desde entonces, nos reuníamos todas las mañanas a jugar básquetbol habíamos desarrollado esa camaradería que tienes con las personas que se convierten en protagónicos de tu vida, conocía a sus padres, conocía a sus hermanos y conocía su afición por los comics, era casi tan grande como la mía. Los dos leíamos a Karmatron y su filosofía, discutíamos sobre quien ganaría en una pelea entre Superman y el Hombre Araña, hablábamos de las chicas que nos gustaban y de cómo imaginábamos que se verían desnudas (teníamos 16 años). Tantos momentos habíamos compartido entre todos los que lo buscaban, todos éramos amigos desde la secundaría, todos menos el estúpido que esa noche se nos había pegado, ya no tendríamos esas discusiones, no hablaríamos mas de mujeres y no llevaríamos más serenatas juntos. Me estacione en la entrada, una luz en el fondo nos decía que había alguien en el edificio, el nudo era intenso en mi garganta y los nervios no me dejaban bajarme, no quería soltar el volante, no quería encontrar a mi amigo en una plancha muerto con un tiro, estuvimos en silencio sin ganas de bajarnos por un momento.

Continuara...

Aventuras de Serenata 2/4

Estacionado en una calle en la que nunca había estado en mi vida tuve que detenerme a pensar que es lo que iba hacer. No había silencio dentro de la camioneta, había discusiones de si teníamos que regresar, de por que no debíamos regresar y finalmente de la suerte de nuestro amigo, el sonido de la puerta de la camioneta al abrirse nos hizo voltear mientras que Romeo nos decía –Bueno, yo creo que yo, ya me voy a mi casa– no alcanzo a poner un pie fuera del vehículo cuando ya lo habíamos agarrado entre todos –Mira cabrón, tu nos metiste en esta bronca y no vamos a dejar a chucho desamparado, tu no te vas a tu casa hasta que lo hayamos encontrado–. Romeo como llamaremos al ingenuo en turno no era precisamente nuestro amigo, era el clásico amigo de un amigo que se nos pegaba en las serenatas, ya en la escuela sabían que salíamos seguido de serenata y nunca faltaba quien aprovechaba para llevar gallo gratis a nuestras costillas, los días como el 14 de febrero esta clase de “amigos” proliferaba, llegamos un día a traer 3 camionetas llenas, solo aquellos que eran regulares o traían guitarra estaban en la lista de paradas, a los demás solo les decían “Si alcanzamos vamos”, claro que nunca era nuestra intención cumplir con esta promesa; Yo no tocaba la guitarra pero mi papa me prestaba la camioneta y eso me hacía imprescindible en las serenatas ya que ir en bicicleta no era una buena idea.

Ahí estaba Romeo como sospechoso de la PGR alumbrado por una pequeña luz y rodeado por 5 hombres enojados, –¿Ahora que vamos hacer?– dijo Romeo un tanto asustado; tenemos que regresarnos a buscarlo y tu nos vas ayudar a encontrarlo, el pobre puede estar herido en medio de la calle. Marco me miró un tanto preocupado: No podemos regresar en el mismo carro, si nos ve el cuñado de este imbécil decida vengarse de nosotros, vamos a mi casa por el taxi de mi papa, que éste se baje a buscarlo en la calle, mientras ustedes lo buscan en la colonia por si alcanzo a escapar y esta esperando que regresemos por él. Sonaba como un buen plan y no podíamos perder más tiempo, encendí el motor y me dirigí hacia la casa de mi mejor amigo aún con miedo de saber que es lo que había pasado con Chucho. No tardo mucho en bajar Marco de la camioneta, los perros de su casa ladraron como siempre lo hacían cuando escuchaban un carro frente a la puerta. Mientras esperábamos a que sacara el coche, Héctor me preguntaba la hora –Son 15 para las 3– respondí al ver mi reloj por un momento, una vez que estaciono detrás de mi sacamos a Romeo como si fuera un secuestrado y lo metimos en la parte de atrás del taxi, yo te sigo y cuando estemos cerca doy una vuelta, nos vemos en 20 minutos en la esquina del semáforo a dos cuadras de donde estábamos. Nuestra búsqueda por la colonia inicio, casas a obscuras, automóviles, gatos y un borracho dormido en la puerta de una casa, pero ningún rastro del desaparecido o su singular instrumento, recorrimos los lugares que se nos había ocurrido e incluso algunos que no conocíamos pero aún no había rastro de nuestro amigo. Pasados los veinte minutos pactados me estacione cerca del semáforo que a esa hora ya no estaba funcionando, pasaron diez minutos y aún no aparecía el taxi que tanto esperaba, ya había fumado varios cigarrillos y la imaginación volaba, ¿Estará herido, lo habrían matado?, que iba a decirle a su madre cuando supiéramos que había pasado con su hijo; el claxon del otro carro detuvo mis pensamientos y Marco se me acerco diciendo: no lo encontramos, buscamos con la linterna algún rastro de sangre pero no encontramos nada. Ni el tololoche, ni sangre o el desaparecido, en todo había pensado menos en esto, ¿Qué le voy a decir a su madre? –No pues fíjese señora que se nos perdió en medio de una balacera–. Arturo en ese momento nos dijo que tal vez la policía lo había agarrado, el ruido de las balas pudo haber atraído a una patrulla, si estaba herido estaría en la cruz roja, si estaba muerto en el SEMEFO o si había corrido con mejor suerte tal vez estaría en Barandilla. Veinte para las cuatro estamos en la Cruz Roja, entramos pero el guardia en turno nos dijo que solo podía pasar uno, Marco que era el que estaba más adelantado entro mientras el resto salimos y esperamos en la entrada fumando como si fuéramos padres primerizos. Eran los años noventas una época en la cual solo los más ricos ejecutivos tenían un celular, era una cosa que solo veías en algunas películas, uno no piensa en los problemas que te sacan (o en los que te meten) estos aparatos a los que ya estamos tan acostumbrados, en esa época si necesitabas localizar a una persona no era cuestión de presionar un botón, en realidad tenias que ir a buscarla.

Continuara...

Aventuras de Serenata 1/4

Ir de serenata es una costumbre que parece haberse perdido en algunas partes de nuestro país, la palabra nos evoca las escenas donde Pedro Infante montado en su caballo toca la guitarra con una voz que enamora hasta la mas fría de las mujeres; yo sin embargo no tengo ni un caballo, no toco la guitarra y mi voz no me permite ni siquiera participar en la primera ronda de la Academia, sin embargo esto no me ha impedido ir de serenata.


Mientras escuchaba los disparos que se escuchaban detrás de mis compañeros que corrían a mis espaldas, daba gracias por nunca haber aprendido a tocar una guitarra ya que en ese momento era lo que me tenia a la cabeza de esa carrera, temiendo por mi vida y la de los demás, corría agachado como en alguna película de guerra, buscaba desesperadamente en mi chamarra las llaves de la camioneta mientras pensaba en como iba a escapar mientras evitaba ser asesinado, imaginen al que cargaba el tololoche corriendo por su vida sin soltar el instrumento. Nuestras vidas estaban en peligro por un idiota que se había enamorado de la chica equivocada; no salimos esa noche para tocar por mera diversión sino por motivos del corazón (o de las hormonas que a esa edad nos dominaban). Precisamente ese día se nos tenia que pegar un imbécil que ingenuamente pensaba que aquella hermosa chica estaba soltera tan solo por no conocerlo a el, en esa noche descubrimos a su psicótico hermano y a su perro asesino que eran la razón de que ella no tuviera novio, ¿Olvide mencionar al perro? era el mismísimo retrato de Cujo con los ojos del demonio y unos dientes que ansiaban nuestra joven carne, al ver la camioneta los latidos de mi corazón podían escucharse a una cuadra pero eso no me impidió entrar al vehículo y encenderlo con rapidez, mis compañeros entraron a la camioneta y pise el acelerador a fondo, ¡¿Cuantos tiros?! Pregunto uno de mis amigos y de inmediato contesto una voz en el fondo: Fueron seis; puse las luces altas y embestí contra el psicótico “cuñado” que nos amenazaba, Con la confianza de que no tuviera más balas puse rumbo directo al que apenas unos segundos antes nos disparaba, no lo atropelle por que se quito a tiempo del camino mientras escapábamos a toda velocidad. Marco nos preguntaba si todos estábamos bien, me sentía completo y solo me dolían los músculos por tanto correr, estábamos de una pieza y nuestra aventura parecía haber terminado sin nada que lamentar, -¿Chucho? ¿Dónde esta chucho?-, prendo la luz y volteo buscando a nuestro amigo, estaban todos menos el, -¿No me chinguen con que lo dejamos haya atrás?-, durante la confusión habíamos olvidado a uno de nosotros después de haber intentado arrollar al psicópata que nos quería matar, lejos de su casa, solo, con el tololoche a cuestas y un perro endemoniado que nos quería como alimento, en ese instante me lo imaginaba en tan terrible predicamento mientras golpeaba suavemente mi frente contra el volante, esto no se veía para nada bien.


Continuara...

sábado, 1 de agosto de 2009

Recuerdos Humedos 7/7 (Conclusión)

Lo primero era salir de donde estaba, ya que mi suerte no sería eterna y si no hacía algo en ese mismo instante me arrepentiría más adelante. Salir del cuarto fue lo más fácil, forzar la puerta fue cosa distinta, la maldita puerta no se abría y cada segundo contaba. El sonido metálico del pasador de la puerta me indico que mis intentos habían resultado, entre al cuarto rápidamente y por primera vez en ese día me sentí realmente aliviado.

Veinte minutos pasaron, cuando escuche entrar por la puerta a la chica que había secuestrado mi ropa, cuando entró al cuarto tenía una tinaja en las manos donde adivine estaba mi ropa – Te lavé tu ropa mi amor–, si, ya me di cuenta, pensé sarcásticamente, pero no iba a contarle mis desventuras en su ausencia no creo que la parte en que me encontraba debajo de la cama de su compañera de casa fuera a resultarle muy agradable, así que me limité a vestirme con mi atuendo con aroma a suavizante y me marche inmediatamente. Estaba despidiéndome en la puerta cuando su padre apareció y tras una breve y seca presentación preguntó a su hija el paradero del garrafón a lo cual respondí inocentemente – Esta dentro del armario– y un silencio se hizo presente, ahora si mi suerte me había pasado la factura que tanto había evitado.

Recuerdos Húmedos 6/7

Las palabras que salieron de su boca aún no puedo recordarlas, fue como si estuviera en un episodio de Charlie Brown donde las palabras de los adultos eran las notas de una trompeta ahogada, solo supe que su contenido no estaba relacionado con el episodio que había protagonizado y casi me desmallo cuando mi compañero de pupitre se levanto rumbo a su escritorio, fue en ese momento cuando adivine que la maestra había pedido su tarea. Aaron siempre era el que tenía que entregar primero (y tiempo después entendí porque), la felicidad que sentí en ese momento no podía ser mayor y ya nada parecía que fuera a delatarme, el resto de nosotros fue a entregar su tarea justo antes de la hora de la salida, tal como lo hacíamos todos los días y al finalizar el sonido del timbre no dijo ¡¡Riiiiinnnnggg!!, sino un grito que decía –¡¡Libertad, Libertad, Libertad!! –; era el momento más feliz que hasta ese instante podía recordar y la dicha que sentí de ver a mi madre en la puerta de salida no podía compararse a ninguna otra. Este sería el desenlace de mi aventura, tragedia momentánea superada por mi determinación de salir adelante, ahora me sentía como un héroe de alguna epopeya pero tristemente el sonido de la bocina llamando a mi madre parecía convertir todo aquello en una tragedia digna de dramaturgos griegos.




Mi madre, la directora y mi monstruosa maestra protagonizaban una lucha verbal de la cual el resto de las madres de mis compañeros eran espectadoras, yo solo podía ver esa escena que había ocasionado, pero de un momento a otro la cosa se tornó hacia la dirección opuesta, mi madre con su agudeza y bien estructurada retorica barría a las dos “Educadoras”, insistía en preguntar por qué no dejaban salir al baño, no parecía coherente que para preservar la disciplina tuviéramos que ensuciar nuestros pantalones; en ese instante se le unieron otras madres que habían detectado el mismo problema, pero sus hijos habían temido relatar los detalles por miedo a las represarías, todo parecía muy diferente, como si la justicia hubiera llegado a nuestro mundo de martirios. Mi madre amenazó con demandarles, con revocarle su cédula profesional, con recurrir a las autoridades para esclarecer todas estas atrocidades. Uno a uno fueron los niños confesando las torturas de las cuales éramos victimas debido a la suplica de sus madres, y a mi progenitora se unieron otras que indignadas por el maltrato de sus hijos exigieron la dimisión del ogro que nos aterrorizaba.

No duré mucho en esa escuela a lo mucho fue una semana, después fui trasladado a otra escuela por decisión de mi querida madre, nada me hizo más feliz y esta aventura finalmente se convirtió en tragedia pero no para un servidor sino para la maestra que nos torturaba.

(Finaliza en el siguiente post)

Recuerdos Húmedos 5/7

Al momento de escuchar la puerta sabia que la decisión que había tomado no era la correcta, era demasiado tarde para correr de nuevo hacia el cuarto, – ¿Qué hago ahora? – ya estaba libre de mi tormento físico y era el momento de salvar mi cordura (y mi pudor). Trate de adivinar quién era la persona que había entrado al departamento, hasta ese momento existían 3 posibilidades y solo una podía ser mi salvación, no escuchaba nada que no fueran pasos y sin embargo esos pasos se acercaban a mi puerta mientras el corazón me latía en la garganta, como si de un instinto se tratase rápidamente puse el seguro de la puerta y casi al momento una mano intento abrirla, la perilla tembló dos veces más haciendo notar la desesperación del extraño que del otro lado de la puerta tocaba: ¡Tock, Tock, Tock! ­– ¿Vas a tardarte mucho? – dijo una voz femenina y ahora sabía en qué escenario me encontraba, con la mente un tanto más tranquila gemí una respuesta aguda negativa, acto seguido solo escuche la frustración y su marcha hacia la habitación acompañada del sonido de una puerta cerrada con furia. Tengo que salir inmediatamente pensé, salí discretamente rumbo a la habitación donde había amanecido con la esperanza de no ser visto en el camino y darle una feliz conclusión a todo este penoso episodio.
Y así habría sido de no haber olvidado quitar el seguro de la puerta cuando abandone el cuarto, ese error me ponía en un nuevo predicamento ya que para la persona que deseaba ocupar el baño era obvio que alguien había abandonado ese cuarto, era cuestión de instantes para que saliera y me encontrara como mi madre me había traído a este mundo, hice lo más estúpido que hasta el momento se me había ocurrido y fue correr hacía la cocina del departamento casi en el mismo instante en que la puerta de su cuarto se estaba abriendo, no sabía si me habían visto pero para ese momento ya me habría dado cuenta, tal vez corrí con suerte una vez más. Desnudo, agitado y con el temor de ser descubierto en el lugar donde se preparan los alimentos mis opciones eran pocas y solo pude urdir un plan desesperado, abrir la puerta del cuarto con un cuchillo tal como lo había hecho antes en mi casa cuando me había enfrentado a una situación similar (tener la puerta cerrada por dentro), ahora mientras la inquilina estaba en el baño un hombre desnudo se dirigía con un cuchillo cebollero en la mano, de haberme visto tal vez hubiese llamado a la policía ya que me veía como un asesino pervertido en lugar de verme como un hombre desesperado.
Los nervios me traicionaban y la puerta se negaba a ceder, la única puerta abierta era la de la mujer que ahora ocupaba el baño, para mi desgracia el sonido del escusado me informaba que el tiempo se me había acabado. ¿Qué habría hecho usted de encontrarse en ese mismo predicamento?, yo solamente pensé en esconderme en el único cuarto que estaba abierto, ahora era un hombre desnudo, con un cuchillo debajo de la cama de una desconocida rogando a todos los dioses del universo que no me encontrara. Respirar podría ser la causa que delatara mi presencia, sin embargo ella prendió la radio o la televisión, en verdad no lo sé con seguridad porque los nervios me impedían averiguarlo, al momento que vi caer la ropa al suelo mi mente empezó a imaginar lo peor, ella se estaba desnudando y esto iba a parecer una escena sacada de una película de terror. El sudor frio corría por todo mi cuerpo mientras todo parecía suceder más y más lento, el golpe contra el rostro de unas pantaletas casi me hace gritar del susto, ahora sabía con certeza que ella se encontraba sin ropa alguna, si me descubre en este momento es seguro que pasaré de 5 a 10 años en alguna prisión por el pecado de mi estupidez. No encontraba salida de esta horrible situación, solo esperaba no ser descubierto y que todo este episodio fuera solamente una pesadilla de la cual me despertaría en cualquier momento. Escuche la puerta del cuarto abrirse y cerrarse, después de un momento el sonido de la ducha acompañada por la música era lo único que podía escucharse, sabía entonces que una nueva oportunidad de salvarme estaba presente y era el momento de tomar una decisión, –¿Y ahora qué hago? –.